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EL OBISPO TAVIRA, ILUSTRE HIJO DE IZNATORAF

Se ha dicho y con razón que el obispo Antonio Tavira y Almazán (Iznatoraf, 1737 - Salamanca, 1807) es una de las personalidades más destacadas de la Ilustración Española y de su tiempo.

Vive Tavira en una época fronteriza, entre dos siglos, entre dos luces, y es, naturalmente, por su formación, por su carácter y por su espíritu, un reformista. Un reformista crítico que mira hacia atrás, a una España que llega a su ocaso. La España de ayer, la España que había vivido entre armas reales, entre otras cosas, entre símbolos de Órdenes Militares, símbolos de Santiago como la espada, la morisma derrotada, el caballo blanco... Pero, sobre todo, Tavira es el reformista que mira a su tiempo, con proyección de futuro, desde la España que comienza a bullir con nuevas ideas, abriendo otras perspectivas a la fe y a la filosofía, con una Iglesia y una sociedad en renovación y en marcha.

A Iznatoraf cabe la gloria de ser cuna de uno de los hijos más ilustres de la provincia de Jaén, y, sin embargo, paradójicamente, uno de los menos conocidos por los giennenses. Contemporáneo y amigo íntimo de Gaspar Melchor de Jovellanos, de quien fue consejero, nuestro paisano jugó un papel importante, trascendente, en las relaciones Iglesia-Estado de aquella época turbulenta que le tocó vivir.

Antonio Tavira y Almazán nació en Iznatoraf el 30 de septiembre de 1737 y fue bautizado el 5 de octubre siguiente, en la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, una población histórica y laboriosa, de viejos esplendores, famosa por el llamado "Fuero de Iznatoraf", otorgado por Fernando III el Santo, cuya legislación civil, penal y administrativa estuvo vigente durante 600 años, rigiéndose por ella las villas mancomunadas de Iznatoraf, Villanueva del Arzobispo, Villacarrillo y Sorihuela del Guadalimar.

Hizo Tavira y Almazán sus estudios eclesiásticos en los Seminarios de San Fulgencio, de Murcia, y de San Felipe Neri, de Baeza. Aunque ausente de su tierra, nunca olvidó Tavira a Jaén. Habían quedado en Iznatoraf los recuerdos de su niñez y en la Baeza universitaria y renacentista su tiempo, sus vivencias, como seminarista.

Retrato del Obispo Tavira

El libro "Tavira: ¿una alternativa de Iglesia?" (publicación de Cajasur, Córdoba, 1989), de José Antonio Infantes Florido, obispo de Córdoba, hace diversas alusiones a Jaén. Describe el viaje del obispo desde Castilla a Canarias, en 1791, para hacerse cargo del Obispado. Y recuerda: "El paso por tierras de Jaén tuvo un aspecto sentimental muy entrañable para Tavira. Cerca de Úbeda está su cuna y pila de su bautismo: Iznatoraf. Un bastión amurallado, guarnecido de airosos fortines, conquistado por San Fernando. Entre sus ruinas juega, sus sillares escala, su historia de moros y cristianos aprende. Precisamente en estos días abrió sus ojos a la luz, cumpliendo los 54 años hacía poco más de dos semanas. Él y su familia siempre conservaron un gran cariño a la casa noble de su origen, adornado con hermoso escudo y la propia leyenda. Ya, a esas alturas de la vida, tiene un gran valor contar su historia; entonces, a esa edad, un obispo tiene la fuerza casi de un testimonio patriarcal y honorable. No sólo puede contarles hechos significativos, sino también, dado el estilo suyo, hasta sacar oro de las migajas de cada día".

FIGURA CLAVE DE LA ORDEN DE SANTIAGO Y AMANTE DE LA CULTURA

Tras ser ordenado como sacerdote, Antonio Tavira hizo la licenciatura y el doctorado en Teología, por la Universidad de Salamanca, dominando el latín, griego, árabe, hebreo, siríaco y caldeo. Desarrolló por entonces una gran actividad cultural poniendo de relieve su talla de intelectual. En 1773 fue elegido académico de la Real Academia de la Lengua y ocupó el sillón "A" de la alta Corporación.

De esta época es su gran amistad con figuras tan interesantes y representativas de ese tiempo como Juan Meléndez Valdés y el obispo de Barcelona, José Climent.

De 1788 a 1791 Tavira fue prior del Monasterio de Uclés de la Orden de Santiago. Fue éste un tiempo, como resalta Infantes Florido, en que Antonio Tavira, se dedicó a un trabajo plenamente intelectual, en la impresionante Biblioteca de la Orden, llena de volúmenes impresos, códices, incunables, documentos de todo tipo, raros manuscritos. Como tal prior, como un prelado "nullius", Tavira visitó bastantes parroquias encomendadas a la Orden de Santiago y adquirió con ello una gran experiencia para el episcopado que había de tener después.

Fue Tavira un buen caballero de la Orden de Santiago. Dentro de dicha Orden purificó la historia guerrera de la misma, deshizo fábulas, quitó leyendas, suprimió mitos de viejos cronicones, buscó la verdad de las batallas, las aventuras y las reconquistas de los caballeros y realizó una labor histórica hecha con rigor universitario.

Quienes después de Tavira se han acercado a la Orden de Santiago coinciden en señalar que aquel insigne prior dejó huella imborrable de su trabajo en la Orden. Basta con examinar algunos de sus trabajos.

OBISPO DE CANARIAS, BURGO DE OSMA Y SALAMANCA

De 1791 a 1796 fue Antonio Tavira obispo de Canarias. En 1796 fue designado obispo de Burgo de Osma. Y ya, en 1798, obispo de Salamanca. En Canarias fue una figura clave para la Iglesia, pero, sobre todo, para la creación de la Universidad de La Laguna. En Salamanca dio impulso a la reforma de aquella Universidad.

En Canarias el obispo Tavira fundó una gran biblioteca y se preocupó intensamente del clero. Dice Infantes Florido en su libro que este célebre obispo Tavira trabajó por la pureza litúrgica, por el rigor de las ceremonias religiosas, buscando siempre la sobriedad, el respeto y el silencio. Impuso una impronta de espiritualidad y buscó, sobre todo, la integridad de la iglesia primitiva. Con Tavira, en Canarias se forjó una Iglesia más espiritual y con una acentuada preocupación por lo social.

El rey Carlos IV, aconsejado por destacadas figuras de canarios bien situados en Madrid, escogió a Tavira como hombre idóneo para poner en funcionamiento la Universidad de La Laguna. El Real Decreto de Carlos IV creando dicha Universidad, se dio en Aranjuez el 11 de marzo de 1792. La creación de dicha Universidad vino impuesta por las necesidades que en materia docente y cultural tenían las Islas Canarias, agravadas entonces por la expulsión de los jesuitas, en 1767, que mantenían colegios en Las Palmas, La Laguna y La Orotava.

El obispo intelectual, Antonio Tavira, se reveló también por su talante político. Medió muchas veces, para apaciguar los ánimos, en los continuos conflictos suscitados entre Las Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz de Tenerife sobre la hegemonía de las Islas.

Es el obispo valiente que arremete contra la Inquisición de Granada por ingerencias de la misma en la jurisdicción episcopal y fue quien propuso la necesidad de limitar los poderes de que gozaba el Santo Oficio. Jovellanos acudirá a él para pedirle consejo en muchas acciones. Y es tanta su actividad, en el mundo político y social, que sería tildado el obispo Tavira como jansenista, liberal y afrancesado, aunque sobre todo fue un defensor de la verdad y la ciencia.

En el prólogo que hace Vicente Palacios Atard del citado libro de Infantes Florido, señala los dos hilos conductores que, esencialmente, se dan en la vida de Tavira. Uno, Tavira como hombre de Iglesia en medio de las tensiones eclesiales e ideológicas de su época; otro, la diócesis de Canarias, a finales del siglo xviii, con sus peculiaridades humanas, geográficas y económicas, que marcarán la existencia de Tavira.

También será, sobre todo, un obispo que, entre otras cosas, y a la cota de su tiempo, estará contra el espectáculo folclórico de algunas procesiones y a favor de una "misa de todos", ahuyentando radicalmente cualquier hipocresía para la vida cristiana.

Cuando va a Burgo de Osma, como nuevo obispo, dejando Canarias, tendrá una gran despedida. El poeta Miguel de los Santos, un médico de La Laguna, que había sido condenado por la Inquisición, por unos versos dedicados a la Fiesta del Hábeas, en septiembre de 1788, escribirá esta despedida al obispo:

Miradle confundido
entre la inmensa turba mendicante
que afable ha socorrido
Con notoria imprudencia
tiran del pectoral y de la capa
ciertos de su paciencia:
no se altera ni tapa,
muy satisfecho porque vivo escapa.
A caballo pasea
y mil pobres las riendas le han tomado...
Los niños lloran por le pan a gritos:
con ellos se recrea.

La etapa de Tavira en Canarias había sido fecunda para la vida de la Iglesia y para las inquietudes universitarias de las Islas. Burgo de Osma había de ser un periodo de transición de Tavira hacia el Obispado de Salamanca.

Conocía muy bien Tavira los problemas de la Iglesia en Salamanca. También los de su Universidad. Precisamente, a petición del Fiscal General de la Cámara, Pedro Martínez Campomanes, en el año 1767, Tavira hizo un plan de reforma de la Universidad de Salamanca. Ello hizo que Carlos IV, atendiendo a una sugerencia de Jovellanos, presentara a Tavira como obispo de Salamanca, en 1798, con el fin expreso de que llevara a cabo la reforma universitaria.

Muere Tavira el 5 de enero de 1807, en Salamanca, después de una brillante ejecutoria, como prior del convento de Uclés de la Orden de Santiago, obispo de Canarias, Burgo de Osma y Salamanca. Había dejado constancia de su inquietud intelectual con la recuperación de los archivos de la Orden de Santiago, la creación de la Biblioteca de Canarias, la puesta en marcha de la Universidad de La Laguna y la reforma de la Universidad de Salamanca. Se había distinguido por su talante de hombre de diálogo, inflexible en la defensa de la pureza de la liturgia y una religiosidad vivida, sentida, participada, que se alejara por completo de exhibicionismos callejeros y que fuera, en todo momento, una expresión de sinceridad frente a tanta hipocresía. Había de ser, por ello, un obispo incómodo para determinados sectores privilegiados de aquella sociedad.

Produjo multitud de documentos que se conservan el los archivos de la Orden de Santiago y en los Obispados de Canarias, Burgo de Osma y Salamanca. Fue, además, un gran orador sagrado. Predicador Cuaresmal de los Reyes. Carlos III quiso publicarle sus sermones, pero él no aceptó. Algunos de ellos fueron editados.

PUDO SER OBISPO DE JAÉN

Resalta Infantes Florido en su libro que cuando le llega la hora de dejar Canarias, Tavira es propuesto, en segundo lugar, en una terna, para ocupar la diócesis de Jaén. Pero fue preferido, para ella, el obispo de Burgo de Osma, que le precedía en la lista. Fray Diego Melo de Portugal, agustino, fue obispo de Jaén, y Tavira a Burgo de Osma.

De haber coincidido Tavira, como obispo de la Diócesis giennense, con el deán José Martínez de Mazas, hubieran cambiado tal vez, entre los dos, el curso de la historia provincial. El deán Martínez de Mazas fue otra gran figura de la Ilustración, en Jaén, y en su obra "Retrato al Natural de la Ciudad y Término de Jaén", reflejó los problemas de esta tierra, con un diagnóstico y unas alternativas de solución. Tavira en Jaén hubiera sido una palanca para una época reformista como fue la de la Ilustración.

Hubiera sido interesante un Tavira como obispo de Jaén. Como también hubiera sido interesante un Tavira vivo en aquellos años posteriores a su muerte en los que bastantes obispos españoles se opusieron a Napoleón.

Para adentrarse en el conocimiento de Antonio Tavira, ilustre hijo de Iznatoraf, hombre representativo de la Ilustración española, gran obispo de la Iglesia, habrá que beber en las fuentes de sus escritos. Y en ese libro de Infantes Florido a que hacemos referencia. El hecho de que Infantes Florido haya sido también obispo de Canarias le ha dado acceso a una información de primera mano que el autor, brillante escritor, ha sabido aprovechar muy bien. Eso permite decir a Palacio Atard que la biografía de Tavira y la historia de su tiempo ganan en amplitud y profundidad con la publicación del estudio de Infantes Florido, que "es una crónica viva de una época difícil, para quienes la vivieron, y apasionante para quienes quieren conocerla".

CONSIDERACIÓN FINAL

Antonio Tavira, destacado obispo, ilustre figura de la Iglesia, en tiempos de la Ilustración, fue, como nuestro deán Martínez de Mazas, un crítico de la época. Levantó su voz contra las desigualdades y luchó contra las diferencias sociales. Dice Infantes Florido que admitió la estructuración superior que se basa en el mismo ser del hombre. Por ello escribirá: "Yo sé bien que hay un orden exterior y político, y que en él son los señores superiores a los demás; pero hay otro orden natural contra el que no pueden prescribir las instituciones humanas, en que no hay preferencias, ni clase, ni distinciones". En estas palabras está la esencia del pensamiento de Antonio Tavira, un obispo que, por encima de todo, defenderá la verdad, la razón, la libertad, apartándose de falsos sentimentalismos, de meras impresiones.

En "La despedida del anciano" tiene Meléndez Valdés unos versos que satirizan la nobleza. Son sátiras que el poeta lanza, desde su inquietud de la fe cristiana, contra las desigualdades de aquella época:

¿Destinaste a esclavos viles
a los pobres? ¿De otra masa
es el noble que el plebeyo?
¿Tu Ley a todos no iguala?
¿Nos somos todos tus hijos?
¿Y esto ves, y fácil callas?

Infantes Florido, el biógrafo de Tavira, resalta la amistad estrecha que el poeta Meléndez Valdés tuvo con el obispo. También la influencia que Tavira tendrá sobre el poeta.

La clave del pensamiento de Tavira estará en esta consideración: en que las diferencias sociales no pueden ser generadoras de títulos que menosprecien la dignidad humana. Y así dirá el obispo: "La gloria primera y principal del hombre no está en ser señor, ni en ser grande, ni en ser rey, ni en ser rico, ni en ser noble, sino en ser hombre, imagen de su Creador, y capaz de tan grandes cosas".

 

Texto: El Obispo Tavira, ilustre hijo de Iznatoraf, Vicente Oya Rodríguez,
en "IV Jornadas de Estudios Histórico-Artísticos de Las Cuatro Villas" }-
-{ Imagen: retrato del Obispo Tavira conservado en la Sala de Lectura
del Archivo Diocesano de Salamanca. Catedral Vieja.
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