OTRAS TRADICIONES
Otra curiosa tradición que se ha mantenido hasta hace
poco era «la puja» o baile de Ánimas que
fomentado por esta hermandad, consistía en adquirir
mediante puja o subasta el derecho a bailar con una mujer,
que forzosamente tenía que aceptar al mejor postor,
destinando lo recaudado a obras benéficas y originándose
algunas veces extravagantes situaciones. Se celebraban los
bailes de Ánimas al salir de las «misas de gozo»,
que eran nueve y duraban del 16 al 24 de diciembre. También,
durante esta peculiar novena, los hermanos de Ánimas
pedían el «aguilando», versión local
del aguinaldo navideño, acompañado de músicas
o rezos –según si en la casa visitada hubiera
luto o no– con las preceptivas tacillas de cobre.
Antiquísima y ya perdida era también la costumbre
de contar la edad «por reales», uno por cada año
de vida. Así, por ejemplo, una persona de 87 años
de edad, tendría 87 «reales de edad»; pero
te diría «tengo 4 duros, 1 peseta y 3 reales».
La entrañable «Candidica», expresaba sus
96 años extendiendo los dedos de sus manos «tengo
cuatro duros y cuatro pesetas».
Entre las costumbres y tradiciones de mayor arraigo en Iznatoraf
figuran la matanza del cerdo, rito familiar que surte de viandas
la casa para todo el año (chorizo, salchichón,
jamones, ajo de morcilla…) y la «boti-fuera»
o comilona con motivo del fin de la recolección de
la aceituna.
Como último exponente de las artes populares que en
tiempos pasados fueron numerosas (cerámica, forja…),
sobrevive la artesanía del esparto. Continuada por
varios artífices de objetos como barjas, olleros, enredado
de vasijas y un largo etcétera, que luego venden como
bonito recuerdo de esta secular actividad. Para poder adquirir
alguna de estas piezas en Iznatoraf es preciso localizar a
José Granero o Vicente Plaza, entre otros. Los productos
típicos, muestra del arte culinario local, que el turista
puede degustar y adquirir en Iznatoraf van desde la morcilla,
el chorizo, el lomo adobado y otros embutidos hasta el apreciado
aceite de oliva virgen extra.
Ha sido ésta, querido viajero, mi primera visita a
Iznatoraf. He quedado tan prendado con su belleza, tan hechizado
con su olor a flor de primavera; he disfrutado tanto de sus
rincones y plazuelas, de sus casas blancas, de sus leyendas,
del verde oliva de sus campos; ha susurrado tanto mi imaginación,
que vuelvo de camino a casa con la sensación de haberme
redescubierto a mí mismo tras años buscando
sentido al sin sentir. Estoy convencido de que no pasará
mucho tiempo sin que vuelva a esta tierra de moros y cristianos,
de iberos y cartagineses, de romanos y visigodos, a descansar
de la zozobra de lo cotidiano, a recuperar de nuevo energía
para enfrentarme jubiloso a los quehaceres de la rutina. Mientras
tanto, escribo estas páginas que servirán de
guía para quienes, como yo, esperan de sus viajes algo
más que pasar unas simples vacaciones. Esperan vivir
una aventura.
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Artesanía del esparto |
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