SIERRA DE LAS VILLAS
(Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas) Integrado parte de su territorio en el Parque Natural de
las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas, el municipio
de Iznatoraf, desde la cumbre en que se yergue majestuoso,
vigila sus pertenencias en la sierra de Las Villas, una de
las más desconocidas del Parque Natural, a pesar de
sus espectaculares paisajes. Se trata de unas 3.414 hectáreas
–el 39,45 % del término municipal y un 1,63 %
de la superficie total del Parque Natural– de monte
alto pinar y monte bajo, que constituyen parte de la donación
hecha por el Rey Santo, una vez conquistada la villa a los
moros. Muchas son las rutas ya conocidas dentro del Parque Natural
que incluyen algunas zonas de esta bella sierra de Las Villas.
El recorrido que te propongo, querido viajero discurre casi
exclusivamente por el término de Iznatoraf y en él
podrás disfrutar de algunos de los más bellos
paisajes de este sierra. Partiendo de Iznatoraf, a unos 5 Km., hacemos nuestro primer
alto en el camino en el Santuario de Nuestra Señora
de la Fuensanta. Bajando por la serpenteante carretera y recreándonos
en las maravillosas vistas que la altura del cerro torafeño
nos ofrece, tomaremos dirección a Villanueva del Arzobispo,
por el antiguo trazado de la N-322 y, casi al llegar a ésta,
cogeremos un desvío señalizado a la derecha,
conocido como “Carreterilla de la Fuensanta”,
que nos llevará directamente a la antigua fortaleza,
hoy santuario. La tradición ofrece una cronología para la
primitiva ermita, datándola en el s. x. Según
ésta, corría el año 964 cuando el mítico
reyezuelo de Iznatoraf, Alí-Menón, ordenó
mutilar a su esposa –al saber por sus consejeros que
ella se instruía en la ley de los cristianos–
cortándole las manos y sacándole los ojos de
sus cuencas, en venganza. Ya desangrándose, su moribunda
esposa invocó a Santa María de Iznatoraf, desde
este enclave al que fue desterrada, escuchando una voz que
le indicó lavase sus muñones y cara en unas
aguas que por allí corrían. Así lo hizo,
hallando milagrosamente sanadas sus heridas y restituidas
sus manos y ojos, contemplando, acto seguido, la imagen que
los mozárabes veneraban en Torafe. Tan ruidoso acontecimiento
originó la conversión del cruel Alí-Menón
y la construcción, en este lugar, de su castillo-palacio,
en honor de la Virgen de los cristianos. El templo conserva testimonios de su pasado medieval, en
los que se aprecia un estilo de transición del románico
al gótico. Su labra se llevó a cabo a partir
de 1240, por orden del rey Alfonso X “El Sabio”,
quien cantaría los milagros de la Fuensanta en sus
famosas Cantigas. Es notable el camarín de la Virgen,
ejemplo del primer barroco jiennense en este tipo decorativo,
del siglo xvii. Alberga la magnífica talla de la Patrona
de las Cuatro Villas, obra del famoso escultor Domingo Sánchez
Mesa. En la “Fuente Santa”, donde se produjo la legendaria
aparición y milagro de la Virgen a la “reina
mora”, completamos nuestra visita al Santuario, antigua
abadía en la que pernoctara en más de una ocasión
San Juan de la Cruz –cuya celda se conserva– y
regido, desde 1884, por los Padres Trinitarios. Podemos adquirir
algunas guías y recuerdos y descansar o tomar un bocado
en la explanada del Santuario, bajo las sombras que nos ofrecen
los centenarios álamos. Dejamos el Santuario y otros 5 Km., entre frondosos y añejos
olivos, nos conducen al puente sobre el río Guadalquivir,
“de la Gorda”, llamado así por ser el precio
estipulado, de 10 céntimos (una perra gorda), por la
señora de Villanueva del Arzobispo que costeó
su construcción, para poder pasar al otro lado del
río. Siguiendo por el asfalto, a la izquierda del puente y a
unos 4 Km., llegamos a la ermita de Jesús del Monte,
en el paraje “Cañada de la Madera”. Se
trata de una de las 30 parroquias que se crearon en el año
1893 por disposición del entonces Obispo de Jaén,
Manuel María González y Sánchez. Durante
la Guerra Civil se perdieron sus retablos e imágenes,
pero la orfebrería, ropas y archivos quedaron intactos.
De sencilla arquitectura, fue remozada en 1965 y custodia
una bellísima talla, medio cuerpo del Ecce Homo del
granadino Sánchez Mesa, muy venerada por los serranos
y en cuyo honor se celebra una solemne fiesta y romería
el último domingo de agosto con grandes verbenas, concursos
de bolos serranos y truque, no faltando el “chiringuito”
y la taberna de “El Rubio”, con degustación
de buenas migas y el chorizo de ciervo y de jabalí. A unos 500 m. de la ermita, desviándonos a la izquierda
por una corta vereda, nos hallamos en la Fuente del Avellano,
de agua fresca y cristalina, entre espesa vegetación
que impide la penetración de los rayos del sol durante
todo el día y con espacio para tomar un refrigerio.
Poco más adelante, dejamos la pista principal y nos
desviamos a la derecha hasta el Barranco y Lancha de la Vieja.
Nos encontramos ya con un paisaje de sierra virgen, con grandes
pinares jóvenes al frente, en el paraje “El Postre”
y una gran muestra de plantas aromáticas, como orégano,
tomillo, romero, mejorana, etc. y, sobre “El Postre”,
durante casi todo el año, podemos ver una colonia de
buitres. Si interesante es la riqueza natural de estos parajes, no
lo son menos las escasas personas que por aquí habitan;
tal es el caso de “el abuelo Juan”, para quien
el tiempo no transcurre, hasta el punto de ignorar su edad
y no conocer el valor de cada billete o moneda, curándose
sus resfriados con infusiones de raíces de malvavisco,
planta medicinal que abunda por estos lares. Desde el Barranco de la Vieja, a pie, nos dirigimos, por
una estrecha vereda de cabras hasta “El Chorreón”,
poco conocido, pero de una belleza extraordinaria, donde,
después de la caminata, podemos disfrutar y refrescarnos
tomando una ducha natural con el agua que cae despeñada
desde una altura de unos 60 m., tan desmenuzada, que parece
harina. Regresando a la pista principal y después de varios
altibajos, subimos al Collado de la Tobilla, desde donde se
divisa un espléndido valle en cuyos inicios se encuentra
una pétrea maravilla natural, fruto de la erosión.
Hemos dejado atrás parajes como La Muela, Barranco
de Bardazoso y numerosas fuentes, al tiempo que abrevaderos
para animales, algunos construidos recientemente. Unos kilómetros adelante, llegamos al Collado del
Ojuelo, con una gran explanada en la que podremos refrescarnos
con las aguas de una fuente construida recientemente, al tiempo
que conversamos con los pastores que guardan su ganado en
el aprisco y casa existentes. A 1 Km. escaso del Collado del
Ojuelo y circulando ya por el asfalto del Camino Transversal
de la Sierra de Las Villas, tomamos a la derecha una pista
hasta la casa forestal de “La Parra”, de bella
factura, donde encontraremos otra fuente, una pequeña
cascada casi escondida y, al frente, el Cortijo del “tío
Juan de Dios”, casi derruido en su totalidad. Dos kilómetros
más adelante, otra pista, también a la derecha,
nos baja a la explanada del Molino de la Parra, aunque el
recorrido hay que hacerlo a pie, por el mal estado de la pista.
Aquí, los restos de aquel viejo molino, junto a las
aguas del Aguascebas Grande, nos hablan de un pasado, no muy
lejano, lleno de prosperidad para los habitantes de esta sierra
que se procuraban el trigo que luego llevarían al molino
y otros productos, sobre todo hortícolas, que les daban
para comer casi todo el año. Aunque la ruta, desde aquí, puede tomar otros rumbos
más aventureros, volvemos a la carretera asfaltada
en el punto que la dejamos y, a 1 Km. escaso, nos encontramos
con unas pequeñas grutas naturales, al borde mismo
del asfalto. Continuamos y, a unos cientos de metros, hay
una pequeña presa, a la derecha, pata para tomar un
baño y justo enfrente, a unos 40 m. , se encuentra
la “Cueva del Peinero”, de la que toma nombre
todo este paraje. La cueva, en su día, sirvió
de cobijo a un viejo que se dedicaba a hacer peines, dicen
que con madera de boj, muy extendido en esta zona; después
fue utilizada como aprisco para el ganado; en la actualidad,
su entrada se encuentra casi oculta por la maleza. Poco más adelante llegamos a una gran explanada,
donde el arroyo del Raso de la Honguera desemboca en el Aguascebas
Grande. Esta explanada se utilizó, hasta hace unos
20 años, como zona de acampada libre, quedando, al
otro lado del río, alguna que otra hornilla, asientos
y un merendero, todo en uso para poder disfrutar de un buen
día de asueto. Desde la explanada, a la izquierda,
una pista de unos 400 m. nos sube hasta el refugio de la “Cueva
del Peinero”, situado justo sobre la cueva y que, en
principio, fue pensado para albergue de cazadores. En la actualidad,
tras las últimas reformas, dispone de salón
con chimenea, dormitorio, aseo y cocina, siendo el lugar elegido
por numerosos visitantes para disfrutar de sus vacaciones,
en especial, las de Semana Santa. Para su uso deberás
ponerte en contacto con el Ayuntamiento de Iznatoraf. De nuevo en la explanada, los más aventureros pueden
arriesgarse a subir al nacimiento del Aguascebas Grande por
una vereda que parte desde el puente sobre el mismo río,
pasando por una pequeña presa construida hace unos
años. Un camino tortuoso y empinado nos obliga varias
veces a cruzar el río saltando, en un sentido y en
otro, hasta alcanzar el nacimiento, donde unas aguas mansas
nos invitan a refrescarnos y tomar un merecido descanso; sobre
el nacimiento, entre dos pequeñas rocas, se divisa
una fantástica panorámica de todo el recinto
“Cueva del Peinero”. De regreso, volvemos a coger el vehículo y proseguimos
la ruta subiendo hacia el Collado de Gil Cobo, recreando nuestra
vista con una instantánea del refugio, desde una de
las curvas de la carretera. Desde el Collado de Gil Cobo,
una ligera pendiente nos baja al puente sobre el río
Aguascebas y, muy cercano, un merendero con grandes sombras
y abundante vegetación, encontrándose también
ubicado un campamento juvenil. Adentrados ya en término
municipal de Villacarrillo, comienza la subida hasta “La
Traviesa”, donde existe una gran explanada para la práctica
de los bolos serranos y una taberna, única en estos
parajes. Tras pasar el Collado del Pocico y sin desviarnos por otra
pista a la izquierda, hacia la Nava del Rico, continuamos
hasta la casa forestal de “La Fresnedilla”, con
varios cortijos habitados en su entorno, así como iglesia
y una escuela. A unos 3 Km. de la Fresnedilla, nos encontramos
con el embalse del Aguascebas, destinado al abastecimiento
de agua potable a todos los pueblos de la Loma de Úbeda.
Sin dejar la carretera para disfrutar de otras maravillas,
como Chorro Gil, que se encuentran perfectamente señalizadas,
nos dirigimos sin más a Mogón, a unos 13 Km.
Allí, una vez cruzado el puente sobre el Guadalquivir,
con el Aguascebas ya incorporado, a 1 Km., a la derecha, cogeremos
el desvío hacia el barrio del Batanejo, nuevamente
en término municipal de Iznatoraf, desde el pequeño
puente sobre el arroyo de la Minga, barrio que, en pocos años,
se ha ido poblando y convirtiendo en zona residencial; numerosos
chalés se han construido a la vera del Guadalquivir.
Siguiendo por la Calle de los Tejares, que coincide con la
carretera, dejamos a la izquierda el paraje y Cortijo del
Sillero para, después de unos 14 Km. de carril bien
asfaltado, llegar al Molino de Piculín, antigua almazara,
ya en el cruce con la N-322 y, desde este punto, hacer los
3,6 Km. hasta llegar a Iznatoraf, nuestro punto de partida.
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Puente "La Gorda" |

Vista desde la carretera hacia Mogón |
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