ANTIGUO RECINTO ÁRABE
Iznatoraf no ha pasado inadvertido para ninguno de los pueblos
que han habitado la Península Ibérica. Su emplazamiento
estratégico y su altura, que domina toda la Loma de
Úbeda, fueron aprovechados por los diferentes pueblos
para controlar las rutas del sureste hacia Sierra Morena.
Sin embargo, es en el periodo islámico cuando este
asentamiento fortificado en altura vive su máximo esplendor.
Es a partir del siglo xi cuando los árabes amurallan
el primitivo castillo de al-Turab, edificado sobre recintos
fortificados anteriores, reforzando su extraordinaria situación
en la cima de una mesa o cerro testigo y conformando un entorno
privilegiado al que ya en el siglo xii se refería el
geógrafo al–Idrisi como Hisn al-Turab.
El recinto amurallado, del que hoy se conservan varios lienzos
en los paseos del Solano, de las Torres y de la Cava, estaba
vertebrado por “…11 fortines de la misma elevación,
dando entrada a la villa por 9 arcos que se encuentran en
distintos puntos de su circuito”, según relataba
Pascual Madoz en 1845. Extramuros quedaba el arrabal (al-Rabad)
y sus Qaryas o aldeas y Da’ias o cortijos, conformando
todo una especie de distrito castral.
La estructura urbana tiene como elemento característico
el adarve (al-Darb), callejón sin salida formado por
varias viviendas, del que Iznatoraf guarda preciosas muestras:
calles Ceperos, Castillo, Rincón o Serrano. Otro elemento
característico son los baños, a los que el Fuero
hacía expresa referencia y que, aunque existen algunos
indicios, aún no han sido hallados.
La privilegiada situación de esta medina islámica
acarreaba, sin embargo, un grave problema de abastecimiento
de agua en caso de asedio, lo que dio lugar a un perfecto
sistema de fuentes, norias y aljibes y a la construcción
de un pozo y una mina o galería que atravesaba la población
hasta muy cerca de Santo Tomé, a casi 30 kilómetros,
que aún se conserva.
Junto al mercado o zoco –cuya figura del almotacén
(al-Mutasib) pervivió en la villa como herencia árabe
muchos siglos– se situaba la mezquita aljama, que se
intuye pudo ocupar el lugar de la Iglesia Parroquial. Otros
restos arqueológicos de esta época serían
los zócalos de cerámica del presbiterio de la
Fuensanta y un jarrón circundado por medallones en
relieve aparecido en 1890 y hoy en paradero desconocido.
Tras la conquista cristiana, las defensas de Iznatoraf serán
reforzadas y en los siglos xiii y xiv se erigirá en
el centro de la villa un amplio y suntuoso recinto. Como avanzadillas
de Iznatoraf figuraron los castillos de La Moraleja, Mingo
Pliego, Sorihuela del Guadalimar y completando el sistema
defensivo y de control territorial, algunas torres como la
de «Sancho Pérez», cerca de Mogón.
En el año 1444 existía “…un palacio
viejo de los arçobispos, el qual era castillo en medio
de la dicha villa” ajustándose a lo estipulado
en el Fuero sobre que “…en Heznatoraf non ayan
más de dos palaçios solamente, el palacio del
Rey e el palaçio del obispo”. Sus torres fueron
demolidas por orden del arzobispo toledano Pedro de Luna (1403-1415),
construyéndose en su solar el edificio del Ayuntamiento
antiguo y unos portales para la Audiencia, amén de
un hospital para pobres regentado por la cofradía de
Santa María de Gracia.
Un nuevo alcázar se construyó por entonces
“…fecho en la çerca de la dicha villa”
parte de cuyos restos hoy sí podemos visitar, en la
llamada popularmente «Casa de Alí Menón»,
que conserva parte un interesante canalón y aljibe
de tradición árabe. Este castillo estuvo custodiado
por caballeros calatravos desde mediado el siglo xv.
En la actualidad quedan restos de dos grandes torreones
y cinco arcos o puertas de acceso. La Puerta del Arrabal es
la puerta principal del antiguo castillo y da acceso al centro
de la villa o antiguo patio de armas. Es un monumental arco
de medio punto de estilo renacentista de cantería sobre
impostas en su vertiente exterior, sillería irregular
en su conjunto y, por encima del arco, escudo sobre cartela
apergaminada de rollos del obispo Bernardo de Sandoval y Rojas.
En su interior presenta bóveda de medio cañón
con hornacina que acoge un relieve renacentista de la Inmaculada
enmarcado por pequeñas pilastras y cornisa.
Aunque la más atrayente y sugestiva es la Puerta
de la Virgen del Postigo. Realizada en sillería, mampostería
y ladrillo, se corresponde con modelos musulmanes. Se compone
de arco de medio punto rebajado, pasadizo de cabios y doble
arco de medio punto al interior (siglos xiii-xiv).
Los arcos de las calles del Campo y Comandante Barcina son
postigos abiertos en la muralla para comunicar el espacio
extramuros con el centro de la villa. Construidos en mampostería
y con arco de medio punto (siglos xiii-xiv).
El Arco del Pozo de la Nieve es de las mismas características
que sus “hermanos” de las calles del Campo y Comandante
Barcina. Por él penetramos a un pasaje de zigzagueante
diseño, donde estuvo la “nevera” del municipio,
en la que –a base de hielo y paja– se conservaban
los alimentos perecederos hasta no hace relativamente mucho
tiempo. El conocido como Pozo de la Nieve era administrado
por el Ayuntamiento.
La Casa de Alí Menón forma un adarve en la
calle del Castillo, conservando un curioso canalón
árabe y un aljibe en su interior. De planta rectangular,
se trata de uno de los dos torreones que aún subsisten
de la antigua fortaleza medieval.
Finalmente, a 3 kilómetros del núcleo urbano,
cerca de Mogón, podrá encontrar el viajero la
conocida Torre de Sancho Pérez. De planta cuadrada
y desmochada en la actualidad, formó parte del sistema
defensivo de Iznatoraf al estar incluida en su alfoz o territorio
de control. Está construida en mampostería con
refuerzos a soga y tizón (siglos xiii-xiv).
En el siglo xix desaparecieron por ruina la llamada Puerta
de Beas y la Torre Mocha, la que fue Torre del Homenaje.
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